Andrei Konchalovsky se reinventa en un género al que no está
muy acostumbrado, y eso se nota. Quizá con la escusa del 3D ha aprovechado para
sacar su particular adaptación del famoso ballet de Tchaikovski, el
cascanueces, un clásico navideño para los más pequeños. Sin duda, si quieres
ver una película en la que sobre nieve y adornos navideños no debes dejar de
ver este largometraje. A parte de eso, lo que sí se puede ver en la película es
una mutación de la idea original, y la inclusión de ese modernismo futurista
que hoy esta tan de moda. Motos con ametralladora, trajes voladores o
peculiares aeronaves son un ejemplo de dicha tergiversación. Eso sí, todo bajo una gruesa capa de unos muy
logrados efectos visuales. Efectos que quedan ensombrecidos por la sobreactuación
de la protagonista (Elle fannig), unos ridículos momentos musicales y el
intento de hacer humor donde no lo hay.
Este humilde espectador considera que si usted o sus hijos
quieren ver una película infantil, divertida y fiel al ballet de Tchaikovski,
no tendrían que elegir esta burda farsa, y deberían decantarse por “El Príncipe
Cascanueces” de Paul Schibli (1990).
Pero PELIGRO. Al releer estas líneas me doy cuenta de que me
acerco más a una crítica convencional que a la opinión sincera que os prometía
en este blog. Como me confesó el director en una entrevista, su objetivo era
nada más y nada menos el de hacer una película familiar y navideña. La verdad
es que, dejando aparte todos los aspectos antes criticados, sí, ha cumplido su objetivo. Quizás no sea una
película digna de un oscar, pero puede que para algunos si tenga la capacidad
de entretener y hacer soñar, y al fin y al cabo, para esto está el cine ¿no?
Lo mejor: La armoniosa melodía
del ballet de Tchaikovski y los efectos visuales.
Lo peor: La actuación de los
protagonistas y lo tergiversación de la idea original.
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